domingo, 6 de junio de 2010

SENTIDOS

Escuché gritos que harían quebrar las voluntades de los más fuertes, palabras que nunca pensé que existirían, risas propias de los desequilibrios de las mentes más mezquinas que pueden habitar la faz de la tierra, pasos que tan pronto se acercaban como se alejaban… Sentí frío y calor a la par, calma y desasosiego conjugándose para burlarse de mí, dolor y paz que me atravesaban el alma como afiladas dagas de palabras de hiel… reí, lloré, atravesé caminos oscuros y deshabitados, moré en lugares en donde sólo moraría la ponzoñosa desidia de los apáticos, me deshilaché como una manta raída por la carcoma de un cuerpo que no sabe hallar calor, me escondí para que ni yo misma pudiese a encontrarme volver, me dejé morir para dejar de sentí que sentía… Apagué todas las luces que habían iluminado hasta ese día mi agónico, mareante y laberíntico camino de desasosiego…
Sin quererlo y de repente, surgieron rosas blancas de mi debacle, de mi propia barbarie mientras terminaba de devorar a dentelladas mis últimos temores. Vi que de repente un sol de color gris plomizo se batía en una lucha encarnizada con las nubes, atravesándolas con sus rayos ultravioleta y viajando hasta un resquicio inhóspito de mi corazón, arrojando un rayito de luz, un ápice de la esperanza que se les da a los desesperados cuando no tienen nada más que perder. Me dejé acariciar por las gotas de lluvia que caían una tras otra, convirtiéndose en afiladas puntas hirientes que arañaron mi piel desnuda y provocaron llagas que nunca dejarán de doler, a pesar de no ser ahora más que cicatrices desprovistas de color.
Miré que mirabas mis ojos tristes y descubrí que podía de nuevo ver. Escuché una voz que me hablaba y me mostraba el sonido de la mía, casi irreconocible. Noté una corriente eléctrica por mi espina dorsal y decidí recobrar de nuevo el tacto para poder devolverte las caricias. Invadió mi cuerpo a través de mis fosas nasales la dulce bocanada de aire que me dio a conocer tu esencia. Supe del sabor de unos besos cuando de mis labios se escaparon de la mano el deseo y las ganas de besar…
Intuí que debían ser mis sentidos, que no se dieron por vencidos cuando quise dejarlos morir… Así pues, dejándome llevar, les proporcioné alas y un viento del norte suave y constante para que no se salgan de su rumbo. Para que me lleven cada noche hasta ti…

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